Volver a verte… esa sensación de volver a tenerte, volver a
sentirte, volver a mirarte.
Ese deseo de hacer realidad un nuevo encuentro, una nueva
historia, el principio de un comienzo que se nos brinda imparable, insaciable, inconsciente,
desorbitado…
Siempre quiero verte, siempre quiero verte, siempre quiero
verte.
Es algo que no me canso de repetir mil veces, y mil veces más te lo diría
al oído mientras te estremeces.
Día tras día sujeto la ansiedad de estar a tu lado, tengo que
atarla fuerte y corto para que no se vaya de mi o sin mi.
Todas las mañanas te abrazo en este lugar donde quiero
hacerte mía, donde cada noche me abriga tu deseo y tu calor. Todas las mañanas
me despierto y sueño con tus besos, con tus ojos, con tus manos y tu piel.
Todas las noches te espero impaciente para que me susurres –ven
aquí- y responderte –voy- para así poder abrazarnos.
Tú y tus brazos me llenan la vida de vida, me la han llenado
y me la van a seguir llenando. Eso lo sé.
Volver a verte…volver a vernos, impacientes por no poder
esperar hasta la fecha señalada, por no querer esperar; sé que fui yo quien
tiro la primera piedra, esa con la que comenzamos a construir nuestro camino,
el que andamos de la mano mientras nos paramos a besarnos por las esquinas de
las calles de cualquier ciudad, de la tuya o de la mía, de tus plazas o de mis
playas, de tus lluvias o de mi sol…
No importa el lugar, lo importante es que
voy a verte de nuevo y a sentir como me llamas sin voz y me gritas en silencio.
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