Apenas un
pantalón viejo o unas fotos colgadas en la pared son algunos ejemplos de los
recuerdos físicos que guardo con cariño. Ninguno me devolverá tu presencia, ni
me harán quererte, o recordarte más al verlos o usarlos. Pero sí hay una cosa
que guardo con tal esmero que me lleva a ti.
Siempre que el hecho de echarte de menos se hace
insoportable tengo el placer de encerrarme en mi habitación y a solas traerte
hasta ese momento en el que necesito de ti, entonces llegas y me llenas el alma,
me das esa calma que voy perdiendo en mi día a día y te quedas conmigo sólo un
instante, luego puedo llorar porque te vuelves a ir y es más insoportable aún
que no tenerte, pero me encanta haberte sentido aunque sólo sea por unos
segundos.

Más tarde, cuando se hace de noche y cierro los ojos,
suelo someterme en un sueño del que tú eres protagonista, y doy gracias a los
sueños que me acercan a ti un poco más, me permiten que te escuche, que te
sienta, que te abrace y que te mire, ni siquiera te hablo por que no tengo que
decirte nada que tú no supieras, todo te lo dije antes de irte, pero cuando
vuelve a bajar la luna y sube el sol comenzando el nuevo día, vuelves a
marcharte dejándome la duda enorme de saber cuando volveremos a vernos, suelo
odiar al día por que nos separa pero siempre me quedaran los nuevos sueños.
No escribo esto para decirte que te quiero, ya lo
sabes, ni para que sepas que te echo de menos puesto que es algo obvio, sólo
escribo estas líneas como una manera de agradecer a esos sueños que me permitan
sentirte cerca, puesto que mis sentidos, todos y cada uno de ellos, pueden
notar que existes en mí, y mientras yo siga soñando podrás venir a verme cada
noche.
Siempre te recordaré como la mejor de las abuelas, la
más pura, buena, un ejemplo a seguir, eres la reina de mi corazón y lo seguirás
siendo siempre, estoy segura de ello, puesto que dudo que haya alguien en este
mundo que logre quitarte ese puesto.